Paqui Pacheco muere abrasado


De los diez componentes del equipo de fútbol ‘Dejadnos Vivir’, la droga se llevó por delante a ocho. El último murió quemado ayer, alrededor de las 11.40 horas, al lado de su casa de Vilanova. Francisco José Bóveda, conocido por el sobrenombre de Paqui Pacheco, es la última baja.

Lo encontraron muerto en un patio situado entre dos edificios de la calle O Campo, en la que desemboca la carretera que bordea la playa de As Sinas al internarse en Vilanova. Tenía 49 años.

A la espera de los resultados que deparen el análisis de los restos recogidos por la Policía Judicial de la Guardia Civil y la autopsia, todos los indicios apuntan que su fallecimiento fue accidental.

Las versiones recogidas en el lugar de los hechos señalan que el fuego se propagó por sus ropas cuando trataba de encender un cigarro. La suciedad que se acumulaba en sus prendas, la barba y sus largas melenas sirvieron de combustible.

La Policía Local participó en un operativo en el que la Guardia Civil trató de salvaguardar la escena del suceso de la vista de los curiosos, que se arremolinaron en la zona a medida que se extendió la noticia por Vilanova.

Pasadas las 13.00 llegó una juez de Cambados, que ordenó el levantamiento del cadáver, que se llevaron en un furgón a Pontevedra. Una hora después, sólo quedaban en el lugar de los hechos algunos familiares y amigos de la víctima llorando su pérdida.

«Vaya muerte llevó el pobre», comentó un hombre de unos 60 años al encontrarse con el despliegue policial cerca de su casa cuando llegaba para comer. «A su manera, fue feliz», agregó.

Si lo fue es una incógnita imposible de resolver, porque Paqui Pecheco perdió el contacto con la realidad hace más de veinte años. Fue a finales de la década de los 80 del siglo pasado cuando se marchó a un festival de jazz que se celebraba en norte de España, unos dicen que en Vitoria y otros indican que en Donosti.

Allí se comió un LSD y ya no regresó del viaje.

Áccido lisérgico: colores intensos y brillantes, imágenes distorsionadas... Desde entonces, vagó por Vilanova y sus alrededores.

Era aquel hombre que siempre iba muy abrigado, incluso en los días de sol radiante, que cruzaba el puente en dirección a A Illa. Siempre solo y en silencio.

Hubo un tiempo en el que hablaba a sus más allegados, aunque sus respuestas se reducían a monosílabos y daba la impresión de que no llegaba a conectar con sus interlocutores.

Nunca protagonizó un incidente, ninguna de las personas que se ofrecieron a hablar de él pronunció una palabra negativa sobre Paqui Pacheco.

Vivía en un bajo acondicionado en el edificio donde también lo hacía una hermana mayor que él, que se encargaba de su alimentación, siempre con el cartón tetrabrik de vino en una mano.

«Lo vi esta mañana cuando salí a trabajar», comentó una mujer. «Andaba a su aire y no se metía con nadie. Era la vida que tenía». añadió. Un grupo de chavales contemplaba la escena, uno tenía su bicicleta al lado y otro, un quad.. Eran media docena, y ninguno había nacido cuando entró la droga arramblando con todo.

En aquellos tiempos, Paqui Pacheco era un futbolista del Vilanova Atlético, categoría juvenil. realizaba la función de medio centro, era el organizador del juego, un estilista, comentan quienes lo vieron en sus años felices.

Cuando se comió el ácido era un chaval pletórico de ilusiones y de sueños, que se desvanecieron en el desvarío que provocan las drogas.

Sucedió en una época en la que el jardín de Vilanova era el centro de reunión de unos chavales inquietos y creativos.

Y llegó la descarga del tabaco de contrabando, el dinero fácil y las drogas. Ayer se escribió el último

capítulo. Del equipo de fútbol quedan dos componentes. Uno, apodado O Galo, padece cirrosis.

Podría ser el siguiente.

El equipo fue el eje del documental ‘Marea Blanca’

Las vivencias de los componentes del equipo de fútbol denominado ‘Dejadnos Vivir’ sirvieron de eje para la elaboración de uno de los trabajos más impactantes de la serie de TVE Documentos TV.

Se titula ‘Marea Blanca’, y hace un recorrido por la Vilanova de la década de los ochenta y los estragos provocados por el consumo de drogas.

Este trabajo recibió el premio Reina Sofía y, aún hoy, hay quienes tuercen la mirada cuando se menciona: unos porque la herida permanece abierta, y otros porque consideran que da mala imagen a la localidad y quieren pasar página.
crónicas salvajes
5/17/2011
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